Las mansas aguas del Liffey, donde se reflejaron James Joyce y sus coetáneos, dividen en dos la ciudad: a un lado se encuentra la zona de las tiendas y museos, el Castillo y el bohemio e imprescindible barrio del Temple Bar; al otro encontramos la bulliciosa O'Connell Street y muchos edificios históricos.
Dublín es una de las cuidades que EL MUNDO en Orbyt le sirve en bandeja. Sólo tiene que abonarse a Orbyt durante las próximas dos semanas por un periodo de uno o dos años (120 y 240 euros, respectivamente) y tendrá la oportunidad de disfrutar hasta de dos noches de hotel gratis. El viaje incluye vuelo directo de ida y vuelta para dos pasajeros desde cualquier aeropuerto de España, una o dos noches en hoteles de tres o cuatro estrellas y dos entradas para una actividad cultural.
Ahora vayamos directos a una de las joyas más valiosas de la capital irlandesa, el Trinity College, el lugar donde conviven pasado presente, tradición y modernidad. Por esta universidad de ambiente desenfadado y jovial pasaron Oscar Wilde, Jonathan Swift y Samuel Beckett. Su biblioteca atesora muchas obras maestras, aunque una destaca sobre todas las demás.
Hablamos del Book of Kells, el manuscrito que unos monjes caligrafiaron e ilustraron minuciosamente en el año 800 (uno de los libros más antiguos del mundo). El volumen se encuentra en la magnífica Sala Larga, en la que se inspiró el Archivo Jedi de La guerra de los clones, de la saga de La guerra de las galaxias. Cada año, más de medio millón de personas visitan este lugar.
En las inmediaciones de la prestigiosa universidad se suceden las elegantes casas de estilo georgiano, forradas de enredaderas. Es aquí, al lado de la plaza Merrion Square, donde creció, por ejemplo, Oscar Wilde. Otros residentes ilustres fueron el poeta William Butler Yeats y Daniel O'Connell.
En Dublín, hay varios museos dedicados a sus grandes escritores pero si sólo hay tiempo para uno, ése debe ser el Writers Museumen Parnell Square, donde James Joyce es la gran estrella. El museo más popular y famoso de la ciudad es, sin embargo, el deGuinness, ubicado en su propia fábrica y cuya visita incluye una pinta de su famosa cerveza negra. Esta meca cervecera se ha convertido en todo un símbolo de la ciudad.
Otro de los grandes reclamos no es otro que Temple Bar, también en esta margen del río, y el lugar donde saltar de pub en pubhasta que el cuerpo aguante. Aunque notoria es la vida nocturna, de día el barrio ofrece un sinfín de mercados y tiendas curiosas, así como restaurantes y centros culturales de todo tipo. Temple Bar es el alma de Dublín y, por lo tanto, hay que vivirlo.
Como también hay que vivir sus parques, de los que hay muchos y bellos ejemplos y que son el contrapunto tranquilo a tanta marcha.Stephen's Green es el más popular de la capital, pese a que se usaba para las ejecuciones públicas... Hoy lo más bárbaro que podrá ver es un picnic y muchos monumentos dedicados a dublineses famosos. Ahora bien, para perderse en una vegetación sin fin hay que ir al Phoenix Park, al oeste de la ciudad, considerado el parque urbano más grande de Europa.
No se puede despreciar el lado norte de río Liffey. La arteria principal se llama O'Connell Street en honor al libertador de Irlanda. En esta zona se encuentran algunos de los edificios más bellos significativos de la ciudad, como la Custom House y el de laGeneral Post Office, así como los principales teatros y el James Joyce Cultural Center.
Aparte de estos apuntes, otra recomendación. Antes de viajar a Dublín, eche un vistazo al calendario de eventos porque pocas ciudades son tan festivaleras como ésta. Hay tantos, que es difícil no coincidir con alguno.
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