La opción militar quedará por tanto excluida del proyecto de resolución que se presentará al Consejo de Seguridad de la ONU y que quedó en suspenso a la espera del resultado de una reunión que mantienen en Ginebra los jefes de la diplomacia de Estados Unidos, John Kerry, y de Rusia, Sergei Lavrov.
Ambos se reúnen hoy por tercer día consecutivo para acordar las modalidades para garantizar que Siria quedará libre de armas químicas, que no las producirá y que sus existencias actuales serán destruidas de forma adecuada.
Las delegaciones de ambos países, conformadas por expertos en armas químicas, desarme y seguridad, se reunieron hasta muy entrada a noche, sin la presencia de Kerry y Lavrov, quienes volverán a reunirse por la mañana antes de ofrecer una rueda de prensa conjunta, dijeron las fuentes.
Kerry, al frente de la delegación estadounidense llegó a estas conversaciones afirmando que la crisis en Siria "no es un juego" y que el acuerdo al que esperaba llegar con su contraparte rusa debía ser completo, fiable, práctico y capaz de ser implementado en un periodo aceptable.
Además, consideró como punto esencial que el acuerdo sobre la remoción de armas químicas incluyera sanciones en caso de que el régimen de Bachar El Asad, una exigencia a la que EEUU ha aceptado renunciar temporalmente.
El presidente Barack Obama mantendrá, sin embargo, la opción de ordenar una acción unilateral contra el régimen sirio, utilizando sus poderes de comandante en jefe, si éste desconoce los alcances del compromiso entre el Washington y Moscú, el mayor aliado de Al Asad en el exterior.
La utilización de armas químicas en Siria, consideradas como armamento de destrucción masiva, ha sido documentada en los últimos meses de la guerra civil que persiste en Siria.
Al respecto, una comisión de inspectores de la ONU, a la que el Gobierno sirio permitió la entrada al país el pasado mes, hará público el lunes próximo su informe sobre su misión, durante la que pudo visitar distintos lugares donde se ha denunciado ataques con armas químicas.
El mayor de ellos fue el registrado el pasado 21 de agosto en la periferia de Damasco, del que Moscú acusa a los grupos armados rebeldes, mientras que Washington responsabiliza al régimen sirio sobre la base de diversas pruebas con las que dice contar.
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